Dios no existe, "entre comillas".
Recuerdo hace algún
tiempo que un estudiante se levantó en medio de la clase, y me pidió la palabra
porque quería hacerme una pregunta, recuerdo que estábamos en clase de religión
y discutíamos los argumentos lógicos sobre la existencia de Dios, y decidí
darle la palabra para saber qué sería aquello que él quería preguntar. La
pregunta que enunció ha sido uno de los cuestionamientos más usados dentro del
ateísmo para argüir en contra de la existencia de Dios: ¿Puede Dios crear un
objeto tan pesado que ni Él mismo pueda levantar? O ¿Puede Dios crear un
ser mucho más poderoso que Él mismo? Esta pregunta se asemeja a la paradoja
de Dios que propuso Epicuro hace mucho tiempo para demostrar su inexistencia.
Aunque yo no pretendo
solucionar uno de los misterios más trascendentales para la humanidad, sí me
gustaría demostrar que tanto aquel estudiante como Epicuro se equivocaron al
intentar encerrarnos en una falacia circular, ante la cual muchos teólogos y
teístas siempre tienden a responder tajantemente con que tal pregunta
representa un absurdo y, aunque sea cierto, le quita lo interesante de
contemplar dicho cuestionamiento. Analicemos las respuestas a las que la misma
pregunta induce: si decimos que Dios sí puede crear un objeto tan pesado que ni
él mismo pueda levantar, entonces Dios no es todopoderoso al no poder levantar
ese objeto que creó. Pero si decimos que Dios no puede crear ese objeto
entonces tampoco es todopoderoso al no poder crear dicho objeto. Y cualquiera
que sea la respuesta a esa pregunta nos llevará a concluir que Dios no es
Todopoderoso, y si no es Todopoderoso ¿por qué llamarlo Dios?, y si no es Dios,
entonces Dios no existe.
Sin embargo, yo quiero
demostrar que sí es posible concluir racionalmente que Dios existe por medio
del siguiente razonamiento filosófico que parte con una pregunta: ¿Qué
pasaría si una fuerza imparable choca con un objeto inamovible? ─Bueno, resulta
imposible que dos fuerzas de la misma magnitud y, cuya naturaleza se oponga a
la naturaleza esencial de la otra, coexistan juntamente, ya que lo que hace que
una fuerza sea imparable es precisamente la inexistencia de un objeto
inamovible, y viceversa, lo que hace que un objeto sea inamovible es la
inexistencia de una fuerza imparable. Por lo cual, la existencia de una anula a
la otra.
Pero, ¿cómo puede
eso responder a la pregunta sobre la existencia de Dios? −Pues, usando el mismo razonamiento anterior podemos responder a la pregunta
que me hizo aquel estudiante. Respecto a la paradoja de Dios planteada por
Epicuro, es evidente la falacia circular, ya que el hecho de que Dios exista
significa que no puede haber otra entidad semejante en el cosmos, así como no
puede existir una fuerza imparable y un objeto inamovible a la vez. Por lo que
siendo Dios la entidad más poderosa, la existencia de otras entidades más
superiores a Él son nulas.
La ley de causa y
efecto lo demuestra: supongamos que Dios crea un ser “más poderoso que él
mismo”, ese ser seguiría siendo inferior a Dios por el mero hecho de ser un
efecto y no la causa (Un ser creado). Por ello, si Dios existe entonces sería
la causa incausada de todo lo que existe, y sería superior a todo lo que
existe, no habiendo otro semejante o superior a Él.
Ahora ¿Por
qué se dice que la ciencia no puede demostrar la existencia de Dios?
Resulta un tanto
irónico que, empíricamente, para demostrar la validez o veracidad de un evento,
éste deba estar respaldado por una experiencia sensible o sensorial registrada,
por lo que para las ciencias positivista les es complicado afirmar que Dios existe,
incluso a pesar de las millones de EXPERIENCIAS que millones de personas
afirman haber tenido en relación con Dios.
Considero que el
problema de las ciencias positivas es una pretensión un tanto arrogante, es
como hacer un hoyo en la arena, a la orilla de la playa, e intentar meter toda
el agua del mar en ese hoyo, y si el agua no entra entonces el agua no es agua.
Ese mismo problema tienen las ciencias positivas, al intentar comprobar la
existencia de una entidad inconmensurable y trascendental por medio de objetos
materiales y métodos perfectibles.
Entonces, en este
caso, el ateísmo no es la opción más objetiva para responder a la pregunta
sobre la existencia de Dios, lo más sabio sería ceder ante la duda si no se
cuenta con la respuesta, evidencia o fe suficiente para aceptar la existencia
de Dios.
Ah, por cierto,
cuando le di este argumento a aquel estudiante le dije que la respuesta ya
estaba antes de que se inventara esa pregunta, y lo invité a que leyera en la
Biblia el siguiente pasaje:
Isaías 45:5-6 Yo soy el SEÑOR, y no hay ningún otro;
fuera de mí no hay Dios. Yo te ceñiré, aunque no me has conocido, para
que se sepa que desde el nacimiento del sol hasta donde se pone, no hay ninguno
fuera de mí. Yo soy el SEÑOR, y no hay otro. (Biblia Versión de las
Américas)
Por: Eduardo L. Gullozo
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