Pigmalión y sus vainas
¿Puede una persona conseguir lo que se propone con la creencia previa de que puede conseguirlo? ¿Pueden las expectativas de otros condicionar o influir sobre el curso de nuestras decisiones, es decir que, puede una persona ser aquello que otros quieren sea? ¿Una profecía se cumple porque su destino es cumplirse o porque su oráculo condicionó a quienes la aceptaron, conduciéndoles a cumplir por sí mismo lo que estaba escrito? Existe una historia muy antigua, la cual se usa como referencia para dar explicación lógica a las preguntas formuladas anteriormente:
“Hace mucho tiempo hubo un rey en la antigua
Chipre, el cual se llamaba Pigmalión, éste estuvo buscando durante mucho tiempo
a una mujer con la cual casarse, pero tenía una condición: debía ser la mujer
perfecta. Frustrado en su búsqueda, decidió no casarse y dedicar su tiempo a
crear esculturas. Una de esas esculturas se llamaba Galatea, era tan bella que
Pigmalión se enamoró de ella. Pasado ciertos días Pigmalión soñó que Galatea
cobraba vida. En el sueño Pigmalión se dirigió a la estatua, y al tocarla, le
pareció que estaba caliente. Con la sensación de que Galatea había cobrado vida,
Pigmalión se llenó de un gran gozo mezclado con temor creyendo que se engañaba.
Volvió a tocar la estatua otra vez y se cercioró de que era un cuerpo flexible
y que las venas daban sus pulsaciones al explorarlas con los dedos. Al
despertar, Pigmalión se encontró con Afrodita, quien, conmovida por el deseo
del rey, le dijo: −mereces la felicidad, una felicidad que tú mismo has
ideado. Aquí tienes a la reina que has buscado. Ámala y defiéndela del mal−. Y así fue como
Galatea se convirtió en humana.”
La historia anterior se toma como
referencia para explicar lo que se conoce como “El efecto Pigmalión”, el cual
describe la potencial influencia que ejerce la creencia y expectativa de una
persona en el rendimiento de otra. Por ejemplo: una persona que cree de sí
mismo que es un bueno para nada, se está condicionando a sí mismo por sus
creencias y expectativas, convirtiéndose en aquello que cree y espera de sí
mismo. Un padre que cree que su hijo es un excelente atleta y tiene las
expectativas de que su hijo puede llegar a ser gran deportista, está condicionando
de esa manera el curso de las decisiones de su propio hijo, lo que significa
que un individuo puede ser aquello que otros quieren que sea. Una profecía que
es aceptada como un hecho ineludible y que su cumplimiento es verídico,
condicionará a aquellos que han creído en dicho oráculo, moldeando así sus
comportamientos a las características descrita en la profecía y conduciéndoles
a su autocumplimiento.
El efecto Pigmalión también puede
explicar claramente el origen de los males y monstruos que hoy azotan a la
sociedad. Supongamos que la clase dominante de la sociedad relega a la
marginalidad a un grupo de personas solo porque creen que su color de piel,
cultura y tradiciones representan pobreza, delincuencia y vicios. Ahora, éstos
que han sido marginados hacen lo posible e imposible por demostrar todo
contrario de sí mismos y terminan agotando sus fuerzas tratando de ser
aceptados por la mayoría, pues los prejuicios de aquellos no les permitirá
verlos con otros ojos, y a los marginados no les quedará de otra que verse a sí
mismos con los ojos con los que los ven aquellos que los han mancillado.
Entonces los monstruos que hoy le
causan males a la sociedad fueron creados por la misma sociedad. Estos monstruos
resultan siendo el chivo sobre el cual serán expiados todos los pecados y
maldades que yacen dentro de aquellos que buscan un culpable de las maldades de
su propia naturaleza. ¿Y si aplicamos el efecto Pigmalión para explicar el
origen de la pobreza, la delincuencia, las guerrillas, la exclusión social, el
racismo, la discriminación y la existencia de las minorías, hacía dónde nos
llevará tal ejercicio?
Hay que tener cuidado con los monstruos,
¡eso es obvio!, pues ellos pueden ser una proyección de lo que yace dentro de
nosotros y nos negamos a aceptar, y por eso terminamos creándolos en otras
personas. Como diría Jean Paul Sartre: Un hombre es lo que hace con lo que
hicieron de él. Y luego añade Johann W. Goethe: Trata a un hombre como
es y seguirá siendo lo que es. Trata a un hombre como puede llegar a ser y se
convertirá en lo que puede llegar a ser.
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Por: Eduardo L. Gullozo.
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