Érase una vez en un lugar llamado Arauca
Arauca, un hermoso
departamento que hace poco menos de un siglo fue potencia productiva en toda la
región de la Orinoquia colombiana. Tierra ganadera por historia, con una
agricultura bastante consolidada donde se produce el cacao y el plátano, y como
si fuera poco, uno de los departamentos de Colombia que cuenta con buenas reservas
de gas y petróleo. Hace poco menos de un siglo, Arauca se enarbolaba orgullosa
entre todos los departamentos de Colombia por ser una de las ciudades con el
mayor PIB, y contaba con unos de los más grandes ingresos por las exportaciones
de la pluma de garza a demanda de la glamurosa Europa de hace poco menos de un
siglo.
Tanto fue su orgullo que
entre sus ínfulas estuvo la de ser una nación independiente, ya que contaba con
los recursos, también apuntaba a ser una de las ciudades más desarrollas de la
región y de Colombia, Arauca contaba con el férreo orgullo de los criollos que,
según los describe Don Rómulo Gallego «Gente humilde a pie y soberbios
a caballo» siguieron los ideales de independencia de Humberto Gómez, quien aquel
30 de diciembre de 1916 gritaba en un intento golpista «¡Qué viva la
republica de Arauca!»
A pesar de eso uno se
pregunta: ¿Qué pasó con esa Arauca, y qué paso con el orgullo de su gente
que luchaba por el progreso? Hoy parece que solo queda de Arauca aquel
altanero orgullo, los despojos de malas administraciones a lo largo de su
historia y las riquezas que parecen no agotarse. Pues a pesar de sus grandes desfalcos
por parte de algunos gobernadores y alcaldes que han robado hasta más no poder, Arauca sigue siendo una ciudad que se sostiene en pie, pero es gracias, en un 40%, al
comercio que mueven muchos venezolanos que cruzan la frontera para venir y
gastar su dinero en el comercio araucano. Quién diría que las dificultades del
vecino país favorecerían el comercio araucano que perece ir en decadencia las
veces que la frontera se cierra.
Para nadie ha sido un
secreto que gran parte de la población araucana está conformada por migrantes
venezolanos que viven en esta ciudad buscando la oportunidad para librarse de
la situación que viven en su país, sin embargo, para ningún araucano tampoco es
un secreto que esos mismos venezolanos que no cuentan con la facilidad de
legalizarse, son explotados laboralmente trabajando de 10 hasta 11 horas en el
día por poco menos de un sueldo mínimo.
Imagínese usted, si las
condiciones laborales que muchos comercios les ofrecen a los mismos araucanos
no son las establecidas por la normas, ¿qué queda entonces para los
venezolanos?
Casos de explotación laboral son llevados a la oficina de trabajo y es el empleador siempre el que sale ganando. Contratos laborales que se les ofrece a los trabajadores por cortos periodos de tiempos para evitar el pago de las prestaciones. Periodos de trabajos no remunerados con le excusa de que es una inducción, y luego negarles el contrato. Hay casos muchos más indignantes, donde un empleado, en su mayoría de nacionalidad venezolana, ganan al mes la mitad de un salario mínimo legal vigente, trabajando hasta 10 horas al día.
¿Qué pasó con la gloria
de Arauca? Cómo es posible que Arauca siendo una ciudad fundada por dos
venezolanos, una ciudad que históricamente ha sido la mezcla entre estos dos países
hermanos, se respiren malos tratos y acciones xenofóbicas hacia los migrantes
venezolanos que, sino fuera por su migración, la economía araucana estaría en
riesgo, pues el 40% aproximadamente de la tendencia económico lo mueve es la
frontera con Venezuela.
Nada de lo que digo aquí
es inventado, esta es una de esas cosas que todos saben, pero nadie dice. Si les
es difícil aceptar esto a los araucanos, nada más pregúnteles a los dueños de
negocios cómo están las ventas los días que la frontera se cierra, y pregúnteles
a los empelados venezolanos si en su trabajo reciben lo estipulado por la ley.
Esta situación debe cambiar, el gobierno necesita estar
más presente en el departamento de Arauca y brindar las garantías de que se
respeten los derechos, los derechos de los mismos araucanos y de todo el que
hacen vida en esta hermosa ciudad azotada por la corrupción.
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